jueves, 20 de mayo de 2010

Un sueño.

Era un sueño poco común, uno de esos sueños que sabés que estás soñando pero no te podés despertar. Hacía frío y me encontraba en un pasillo que me sonaba familiar, aunque me costaba recordar de dónde lo conocía. La respiración que salía de mi boca se condensaba rapidamente y se perdía en el aire. Miré hacia atrás del pasillo y ví un fondo negro. Empecé a correr a ver si encontraba algo y apareció una puerta. No sabía si abrirla, me daba miedo lo que pudiera llegar a haber detrás de ella, pero finalmente me animé.
Al cruzar la puerta entré a una habitación completamente blanca. Las paredes blancas, los pisos blancos; y en el medio de todo, una mesa. Fuí hacia ella, extrañada, rompía con los esquemas de esa habitación. En ése momento traté de despertarme, sabía que era un sueño pero era demasiado verdadero para mí. Abrí los ojos una vez, pero cuando los cerré, volví al sueño inmediatamente, solo que ahora estaba en otro lugar.

El cuarto blanco era ahora de madera y la mesa tenía un papel negro apoyado. Me acerqué para tomar el papel y noté que tenía algo escrito en blanco pero era tan chica la letra que no lo podía leer. Sin razón alguna abrí un cajón de la mesa (como si supiera lo que estaba haciendo), saqué un sobre y guardé el papel adentro y salí por una puerta que daba a un jardín enorme.
Desde el jardín podía ver una calle y de repente ví a una persona que conocía (que ahora no recuerdo) andando en bicicleta. Fuí corriendo hacia la calle para que me viera, pero la persona perdió el balance y la bicicleta le cayó encima. Había quedado einconciente. Empecé a gritar pero la voz no me salía. Me desesperaba, me entristecía. Pasaba gente pero no me veía, no me oía. Cuando miré de nuevo los ojos de la persona, me dí cuenta que era yo...

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