viernes, 18 de junio de 2010
Tecito
Llena la pava con agua como todas las noches. Toma un fósforo, lo prende y enciende el fuego de la hornalla. Apoya la pava y se sienta a esperar. 1 minuto, 2 minutos, 3 minutos, etc... Se impacienta al esperar que hierva entonces se levanta y camina un poco por la cocina, abre la heladera, tanteando algo para comer, pero como siempre, la cierra sin agarrar nada. Empieza a escuchar el glorioso ruidito del agua por fin hirviendo. Abre el armario, saca su tacita, un saquito de té y apaga el fuego. Con cuidado de no quemarse, toma la pava y tira el agua en la taza observando como la transparencia se va tiniendo ya de otro color, del color del té. Pone sus cuatro cucharadas de azucar y tira el saquito a la basura y revuelve, esperando a que el agua se enfríe un poquito para poder disfrutar su rico té. Toma un sorbito y.. ¡Ay! Qué caliente que está el agua. "Capaz no la debería dejar hervir", piensa para sus adentros. Cuando ya pasó el tiempo necesario, vuelve a tantear otro sorbito. Ahora si.. ya está listo para tomar. No hay nada como un rico té calentito para alegrar la noche.
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